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Noticia: «Un conflicto entre montañeros no es bueno para nadie»
«Creo que un conflicto entre las dos figuras más conocidas de España en el mundo de la montaña no es bueno para nadie que se dedique a esto». Así de contundente se mostró la montañera asturiana Rosa Fernández respecto a la polémica protagonizada por Juan Oiarzabal y Edurne Pasaban a raíz de un rescate de su grupo cuando la expedición de Oiarzabal tuvo problemas en su descenso desde el Lhotse.
Fernández aseguró que «la situación no favorece a nadie y además nos meten a todos los españoles en el mismo saco» y recordó que «son expediciones que se mueven con mucho dinero, no tienen nada que ver con los demás mortales que vamos a la montaña», aunque también insistió en que «si quieres hacer algo diferente y destacar en algo no te vayas a la ruta normal de un 8.000 y prueba con una ruta nueva». Como ejemplo, puso a su compañero Oscar Cadiach, «que tiene tres rutas nuevas a 8.000» y también participó en la última expedición de Rosa, que hace apenas 10 días que llegó del Kangchenjunga «y no se ha preocupado nadie» a pesar de que sólo cinco mujeres de todo el mundo han hecho cumbre y que está considerado el ochomil más difícil del Himalaya.
La montañera estuvo ayer en Avilés para participar en el curso de verano 'La influencia del deporte en la sociedad: salud, economía, valores educativos e información'. Durante su exposición habló de la evolución del pueblo sherpa desde el siglo XVI hasta la actualidad.
También explicó cómo ha evolucionado «de ser una etnia totalmente olvidada a su importancia actual» por su relación «con uno de los centros turísticos de montaña más importantes del mundo», al que sólo este año han acudido 2.000 deportistas con permiso para escalar el Everest, algo que también repercute, de forma negativa, en el medio ambiente y la conservación del entorno.
Fernández explicó a los alumnos que participan en el curso que los sherpas «son los mejores conocedores de la zona de la montaña» y tienen una ventaja con respecto al resto, ya que viven en altura y siempre están más y mejor preparados. En ese sentido, explicó que «tienen esos genes que de alguna forma les ayudan» lo que puede traducirse incluso en 15 días de ventaja durante una expedición de escalada. «Están acostumbrados a portear desde muy pequeños, desde los seis años ya les ves cargados con bidones para ir a buscar agua, porque allí no es potable en todas las zonas», y uno de los trabajos de los niños es «ir a recogerla antes de ir a la escuela».
Por eso, cuando son adultos, «son capaces de llevar 50 kilos a la espalda incluso a 7.000 metros, algo ue nosotros nunca vamos a poder hacer». Además, recordó que el doctor Nicolás Terrados -que dirige este curso de verano junto a Raquel Salazar- «realizó varias pruebas al que me acompañó al Everest y comentaba durante el análisis que no tenía parámetros de deportista, porque no lo son».
Año especial
Para Rosa Fernández esta expedición ha tenido un significado distinto. «Había terminado el tratamiento del cáncer el año pasado, y después de superarlo, quería estar otra vez allí arriba, a 8.000 metros», por eso quiso dedicarle la montaña «a todos los enfermos de cáncer».
Sin embargo, la expedición fue más complicada de lo que se esperaba en un principio debido, principalmente, a la climatología. «El frío era horrible y no se acaba nunca», aunque el ánimo aguantó durante toda la expedición. Comenzó el día 1 de abril y cinco días más tarde ya estaba a 4.000 metros. «Queríamos hacer cumbre el 17 de mayo y tuvimos que esperar» hasta el punto de llegar a pasar cinco días a 7.000 metros de altura. De hecho, explicó que el último día dejó el 'campamento 4' «a las siete de la tarde y no hice cumbre hasta el día siguiente». Ahora tiene pensando descansar y afrontar el Desafío Valgrande Pajares.
 
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